Me he dado cuenta que desde la última entrega de este diario de rehabilitación de suelo pélvico, hay varias cosas que no te he contado, así que hoy va a terminar esta sequía de información.
Tal y como te contaba en la última entrada que escribí sobre este tema, el día 6 de abril tuve visita con una matrona especialista en suelo pélvico.
Una vez más, volví a contárselo todo, pero pude comprobar como ella le daba una visión desde el punto de vista de una matrona, de asistente a partos.
Lo primero que me dijo es que había un fuerte componente emocional que estaba evitando que me recuperase y es el trauma que tengo con mi parto y lo mal que lo pasé. Yo le explicaba que lo único que recordaba era verme a mí gritando de dolor, sin entender nada y sin saber qué estaba pasando. Ella me reconoció que ese dolor, tal cual yo lo estaba explicando, era el dolor de parir.
¿Perdón? ¿Y la epidural?
Resulta que yo podía mover las piernas. La dosis de epidural que tenía era muy bajita como para no sentir las contracciones pero sí para sentir la cadera abrirse para dejar pasar a mi morlaquito.
Cuando me lo contó, me eché a llorar. Me dijo que es muy duro pasar de no sentir el dolor de ninguna contracción a de repente sentir que te partes por la mitad. Aunque un parto natural sea doloroso, al tener el cuerpo sometido a dolor constante, se reacciona de otra manera ante el alumbramiento.
Claro, por eso no entendía nada y ella me lo solucionó en un pis pas.
Decidí que debía empoderarme como mujer que sintió el dolor de parir y no el dolor de un instrumento (que era lo que yo pensaba). Desde entonces, he estado viendo mi parto de otra forma y poco a poco estoy curando heridas.
Respecto a la recuperación física, ella me dijo que hiciese hipopresivos. Ya que la sexóloga se ocupaba de la parte interior, tampoco era plan de sobrecargarme a ejercicios.
Me fui de allí un poco chof, con muchas ganas de llorar y soltar lastre.
Pasó casi un mes hasta que la semana pasada tuve cita con la sexóloga. Y le fui sincera. No he podido hacer toda la cantidad de ejercicios que me había mandado, pero como externamente yo me notaba mejor, ya había empezado a ejercitar con Elvie.
Me dijo que era estupendo y que debía alternar con Elvie unas bolas chinas que activasen mi musculatura involuntaria.
Después pasamos al potro donde me tactó, y vio que me había contracturado el lado contrario al que estaba antes. Una locura.
Decidió que cambiábamos los planes y nos olvidaríamos de ejercitar la hipotonía interna y que nos centraríamos en la hipertonía externa. Que ejercitar todo a la vez era complicado porque intentando arreglar la hipotonía de dentro podría empeorar la hipertonía.
El caso es que me dijo que siguiese usando el saco de semillas calentado al microondas y un vibrador, pero no en plan sexual, ¿eh? ¡Ja ja!
Me dijo que posase el vibrador en marcha sobre la cicatriz, que le metiera caña al músculo en sí para que se reblandeciese e hiciese una especie de masaje perineal con él. Básicamente consiste en ablandar el músculo, lo que se haría con una contractura en la espalda.
Nos volveremos a ver en un mes y si lo de fuera está solucionado, atacaremos a tope la hipotonía y ejercitaremos el tono al máximo. “Pondremos toda la carne en el asador”, dijo.
Cada vez tengo más esperanza y menos dolor, pero sigo sin ser yo, esa es la verdad. Espero que este mes de vibrador se note y podamos atacar la hipotonía interna que es lo que más miedo me da.
2 comentarios
Mucho ánimo! La recuperación es lenta pero se consigue rehabilitar. Ya verás como si! Además, ya estás en manos de profesionales así que… a ejercitarse!
Mucho ánimo! Con las ganas que le estás poniendo al asunto, en unos meses como nueva